Viena (EuroEFE).- Austria, atrapada entre su neutralidad y sus intereses económicos con Rusia, encuentra difícil romper por completo sus lazos con Moscú pese a la invasión de Ucrania, una situación que podría consolidarse este domingo si la ultraderecha gana las elecciones.
Mientras que la Hungría del nacionalpopulista Viktor Orbán y la Eslovaquia de Robert Fico acaparan dentro de la Unión Europea (UE) las críticas por sus relaciones con Moscú, Austria, con una política mucho más discreta, ha salido relativamente indemne.
Gobernada por conservadores y ecologista, Austria, aunque aplica las sanciones comunitarias, ha hecho hasta ahora más bien poco para cumplir con el objetivo del bloque de eliminar progresivamente el consumo de gas ruso para 2027.
Gas y banca
Según datos oficiales, Austria importó el 79 % de su gas de Rusia en febrero de 2022, el mes del inicio de la invasión rusa de Ucrania. Más de dos años de guerra después, Austria compra a Rusia el 83 % de su gas, según datos de julio pasado, el último mes con registros.
La dependencia de Austria del gas ruso viene de largo: en 1968 fue el primer país occidental en firmar un acuerdo de importación con la entonces Unión Soviética.
Los acuerdos con Gazprom, la gasista estatal rusa, se han renovado desde entonces, la última vez en 2018, con el canciller conservador Sebastian Kurz, cuando se extendieron hasta 2040.
Siete países europeos han roto sus compromisos con Gazprom tras la invasión de Ucrania debido al cambio de las condiciones contractuales, como la exigencia del pago en rublos.
Por el contrario, OMV, la mayor empresa de hidrocarburos austríaca, con una participación estatal del 31,5 %, sigue comprando en rublos y alega que existe una cláusula que le obligaría a pagar por el gas aunque renunciase a él.
Solo en 2023, Austria pagó a Rusia 3.700 millones de euros por el gas, mientras que su ayuda humanitaria a Ucrania desde el inicio de la guerra es de unos 800 millones.
Las conexiones económicas van más allá del gas, y un ejemplo es el banco Raiffeisen Bank International (RBI), la mayor entidad financiera occidental todavía activa en Rusia. Entre 2021 y 2023, sus beneficios en ese país se triplicaron, hasta llegar a los 1.800 millones de euros, la mitad de las ganancias netas del banco.
El RBI, que ha recibido presiones del Banco Central Europeo y de EE.UU. para abandonar el mercado ruso porque existen sospechas de que viola las sanciones, asegura que busca fórmulas para dejar Rusia.
La diplomacia del vals
Los vínculos entre Viena y Moscú se explican tanto por los intereses económicos como por la historia. Tras la Segunda Guerra Mundial, Austria adoptó una política de neutralidad como condición de la Unión Soviética para recuperar su soberanía en 1955.
La neutralidad militar de Austria se ha convertido en parte de su identidad y la respaldan todos los partidos, rechazando no ya enviar armas, sino incluso participar en labores de desminado en Ucrania.
Para Dietmar Pichler, uno de los mayores expertos de Austria en desinformación rusa, el problema actual se debe a que su país no se distanció de Rusia tras la anexión de la península ucraniana de Crimea en 2014.
«En 2014 Rusia ya se había anexionado Crimea y dirigía una guerra de baja intensidad en el este de Ucrania, y desde ese momento se debería haber corregido esa extrema cercanía tanto política como económica», explica el analista.
«Y sin embargo sucedió lo contrario, se buscaron relaciones aún más estrechas con Rusia», agrega.
Pichler afirma que en Austria operan «importantes redes de influencia rusa» y se lleva a cabo un «intenso cabildeo«.
El mayor interés de Rusia en el país radica en su pertenencia a la Unión Europea (UE).
«Hay un principio de unanimidad en la política exterior y de seguridad, y Rusia intenta -y ya ha tenido éxito con el régimen de Orbán en Hungría- utilizar cualquier oportunidad para dividir a la UE«, advierte.
En 2014, el presidente ruso, Vladímir Putin, escogió Viena como su primer viaje internacional tras anexionarse Crimea, y fue recibido con todos los honores.
La cercanía a Rusia trasciende líneas partidistas: presidentes y cancilleres de distintos espectros políticos han mantenido estrechos lazos con Moscú.
Sin embargo, el partido más prorruso es el ultraderechista FPÖ, que incluso firmó un acuerdo de amistad con el partido de Putin en 2016.
La imagen que resume esa cercanía es el baile con Putin de Karin Kneissl, ministra de Exteriores nombrada por el FPÖ en su coalición con los democristianos (2017-2019).
En 2018, Kneissl invitó a Putin a su boda en Austria, donde bailaron un vals y ella le hizo una reverencia.
Después de dejar su cargo en 2019, Kneissl aceptó un puesto en la dirección de la petrolera Rosneft, y ahora vive en Moscú y ha sido nombrada «embajadora» del tigre siberiano.
El FPÖ es el favorito en las elecciones de este domingo y su posible vuelta al poder resulta «preocupante» para Pichler, pero recuerda que la nueva estrategia nacional de seguridad sitúa a Rusia como una amenaza, y eso limitaría la actuación de esa formación.
Editado por Lucía Leal
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