Las recientes iniciativas en América Latina, el Caribe y otras regiones frente al cambio climático brindan razones para ser optimistas.
Los líderes que se reúnen esta semana en París para una cumbre sobre cómo abordar el cambio climático y cómo nuestro sistema financiero global debería evolucionar para formar parte de la solución. Ellos pueden aprender de iniciativas que se están llevando ya a cabo con éxito en América Latina y el Caribe. A los escépticos debemos decirles que hay soluciones para el desafío compartido más grave y costoso de nuestra era. El trabajo que están realizando países como Ecuador, Barbados,Uruguay y Jamaica demuestra que, incluso en una época de incertidumbre, los gobiernos, la sociedad civil, el sector privado y las instituciones internacionales pueden trabajar juntos en la dirección correcta.
EJEMPLOS DE ÉXITO FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO
Estos países han estado trabajando con bancos multilaterales de desarrollo y otros agentes para aprovechar mejor los recursos existentes y crear instrumentos financieros innovadores que aborden los desafíos climáticos y naturales.
Existen tres tipos de instrumentos innovadores que están utilizando estos países y que ofrecen oportunidades potenciales para estandarizar, reproducir y alcanzar la escala que el desafío global requiere:
1. Intercambios de deuda por naturaleza (pero también por clima y sociales);
2. Bonos vinculados a la sostenibilidad (u otros indicadores de ejecución);
3. Cláusulas de deuda resiliente al clima (o de catástrofe).
En cuanto a los intercambios de deuda, combinan dos necesidades globales apremiantes: el alivio de la deuda y más recursos para la biodiversidad y el clima.
EL INTERCAMBIO DE DEUDA POR NATURALEZA DE ECUADOR Y BARBADOS
Tomemos como ejemplo el anuncio de Ecuador el mes pasado de que había concluido el intercambio de deuda por naturaleza más grande de la historia. Este acuerdo permitirá a Ecuador ahorrar más de mil millones de dólares, lo que le permitirá proteger hábitats nativos en las Islas Galápagos que inspiraron la teoría de la evolución de Charles Darwin.
Así, Ecuador se ha asociado con múltiples instituciones internacionales e inversores para hacer algo que no podría haber logrado por sí solo. El país se asoció con la Corporación de Finanzas para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, que proporcionó 656 millones de dólares en seguros contra riesgos políticos y con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que proporcionó una garantía de 85 millones de dólares.
Se estima que esta operación generará ahorros de 323 millones de dólares para crear el Fondo de Vida de las Galápagos, que financiará actividades de conservación durante los próximos 18,5 años. Por último, 11 aseguradoras del sector privado proporcionaron más del 50% en reaseguros para darle aún más credibilidad a los objetivos de Ecuador.
Debido a todo esto, el servicio de inversionistas de Moody´s calificó los nuevos bonos de inversión de Ecuador como grado de inversión, 16 escalones por encima de su calificación como emisor soberano.
Otro ejemplo de intercambio de deuda es el caso de Barbados, una pequeña nación insular que pensó en grande para convertir su propia deuda. Barbados trabajó con el BID y la Nature Conservancy y juntos proporcionaron garantías para respaldar el intercambio y permitir que Barbados ahorre recursos para invertir en conservación marina.
LOS BONOS VINCULADOS A LA SOSTENIBILIDAD Y EL CASO DE JAMAICA
Uruguay es, por otra parte, ejemplo del uso de bonos vinculados a la sostenibilidad. Este país emitió su primer bono el año pasado, que reduce las tasas de interés y ahorra dinero al país cuando alcanza indicadores clave de desempeño ambiental (emisiones de gases y conservación de bosques nativos).
La emisión de Uruguay atrajo a 188 inversores de Europa, Asia, Estados Unidos y América Latina, de los cuales una quinta parte nunca había tenido deuda uruguaya. La demanda totalizó casi 4.000 millones de dólares, superando fácilmente los 1.500 millones emitidos por Uruguay.
Consideremos finalmente las cláusulas de deuda resiliente frente a catástrofes o clima. A medida que creamos más herramientas para ayudar a los países a volverse verdes, también debemos ofrecer ayuda inmediata cuando son golpeados por desastres naturales.
Por ejemplo, solo en América Latina y el Caribe, los eventos climáticos extremos se han triplicado en los últimos 50 años, lo que típicamente reduce hasta un 3,6% del PIB de un país cuando ocurren.
En América del Sur, las olas de calor ya causan pérdidas anuales de 22.000 millones de dólares y podrían destruir 2,5 millones de empleos para 2030. En 2021, creamos un producto que permite a los gobiernos posponer los pagos de capital cuando ocurren catástrofes. Bahamas y Barbados ya han activado esta función en todos sus préstamos elegibles.
Pero, dada la magnitud del desafío, los ahorros son pequeños y debemos hacer mucho más. Más recientemente, el gobierno de Jamaica emitió una deuda por catástrofes ingeniosa con la ayuda del Banco Mundial y otras partes interesadas, que proporciona más alivio cuando ocurre un desastre natural.
INSTRUMENTOS INNOVADORES QUE DEBERÍAN UTILIZARSE EN TODO EL MUNDO
Instrumentos como estos están brindando a los países un incentivo financiero para invertir en acciones climáticas y naturales. Deberíamos estar haciendo esto en todo el mundo.
Los países necesitan ayuda para abordar las consecuencias inmediatas y a largo plazo del cambio climático. Esto ayudará a regiones como América Latina y el Caribe a ser parte de la solución para nuestros desafíos compartidos, no solo sus víctimas.
Ello incluye proporcionar incentivos a los países, asociarse de manera más ambiciosa con el sector privado y otras instituciones. También significa que los gobiernos de todo el mundo deben considerar cómo maximizar su provisión de recursos concesionales para brindar los incentivos adecuados y ampliar el trabajo tanto multilateral como a nivel nacional.
Así, las instituciones multilaterales y otros interesados tienen varios roles. Primero, ayudar a los países a planificar sus proyectos y definir sus objetivos; segundo, proporcionar recursos globales para reducir los costos si se alcanzan los objetivos; y tercero, coordinar para estandarizar los términos y condiciones de los instrumentos, respetando las especificidades individuales, con el fin de aumentar los esfuerzos para alcanzar la escala que los desafíos globales actuales requieren.
Finalmente, podríamos explorar la posibilidad de que los préstamos de nuestros propios bancos multilaterales también tengan incentivos financieros para alcanzar los objetivos climáticos y naturales.
En conclusión, debemos alentar a los líderes que se reúnen en París a que se centren en estos innovadores instrumentos financieros. Quizá las innovaciones financieras no son la panacea para la crisis climática pero muestran que podemos hacer más para ayudar a los países a actuar.
Ilan Goldfajn es el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo