París (EuroEFE).- Considerado uno de los rostros políticos más familiares de Francia, el exprimer ministro francés Manuel Valls admite a EFE que el panorama del país es sombrío, entre un electorado que «no es fascista», pero que «ha perdido el miedo al nacionalpopulismo» de Marine Le Pen, una izquierda salpicada por el antisemitismo y un campo moderado sin capacidad de atracción.
Valls, de 61 años, conoce los entresijos del poder: fue jefe de Gobierno francés (2014-2016, coincidiendo con los atentados del Bataclán) y titular de Interior (2012-2014), además de concejal del Ayuntamiento de su Barcelona natal (2019-2021) y alcalde del suburbio parisino de Évry (2002-2012). Y también sabe de qué van unas legislativas, pues fue diputado durante 11 años.
En vísperas de la primera vuelta de unas elecciones de ese tipo -con la particularidad de que son las más imprevisibles y tensas desde que en 1958 se fundó la V República-, su veredicto es claro: Francia está en un callejón sin salida.
«Puedo decir que estoy, a nivel personal, angustiado (…). Hemos entrado en una incógnita que nos puede llevar al precipicio«, constata el exsocialista Valls, en un tono lúgubre que no abandona en ningún momento durante la entrevista con EFE.
Desde las oficinas parisinas de la agencia, a las que llegó junto con su escolta, el antiguo primer ministro de François Hollande vislumbra dos opciones de gobierno con los sondeos en mano, en las que no consta el nuevo Frente Popular -la izquierda contestataria de la Francia Insumisa (LFI), el Partido Socialista (PS), los Verdes y los comunistas-.
Para Valls, habrá una Asamblea dominada por el ultraderechista Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen -con el más que probable nombramiento de Jordan Bardella como primer ministro, que entablaría una difícil cohabitación con el presidente Emmanuel Macron- o, si no hubiese mayorías claras, una alianza de partidos moderados de izquierda, centro y derecha para un programa de «mínimos» de al menos un año.
«Los franceses han perdido el miedo al nacionalpopulismo» que encarna Le Pen, advierte Valls, quien ha visto, desde los años 80, cómo ha mutado un partido que era abiertamente xenófobo y racista bajo la denominación de Frente Nacional (FN).
El exdirigente socialista aclara que el RN de la hija pequeña de Jean-Marie Le Pen «no es un partido fascista», pero sí que sigue siendo «xenófobo«.
«No hay un 40 por ciento de fascistas en Francia (el potencial electorado del RN). No es un partido fascista, no es un partido nacionalsocialista o fascista. Es un partido nacionalpopulista, xenófobo, antieuropeísta, que tiene muchos candidatos putinistas, de las teorías de la conspiración y antivacunas. Eso sí que lo es», sostiene.
Según Valls, el deseo de control de la inmigración y de más seguridad son dos temas que ha sabido capitalizar la extrema derecha y que son «realmente importantes» para los franceses.
«Para la gente (el RN) es la única alternativa ahora mismo al centro (macronista), y encima presentan a alguien (Bardella) que parece salido de una agencia de comunicación, que ha vivido en un barrio de fuera de París (Saint-Denis), de apellido italiano y con un nombre de serie americana, Jordan. Y da la impresión de estar muy preparado», destaca, sobre el dirigente de 28 años que vapuleó al macronismo en las europeas del 9 de junio.
Antisemitismo en parte de la izquierda
Si no hay mayoría absoluta del lepenismo, Valls espera que se llegue a «un acuerdo de mínimos para gobernar un año o un poco más» hasta que el presidente pueda legalmente convocar elecciones de nuevo, pues los comicios tienen que estar separados por un mínimo de 12 meses.
Pero deja una advertencia: «Un gobierno que solo existe para impedir la victoria de la extrema derecha le dará mucha fuerza a la propia extrema derecha, porque esta dirá que no la dejan gobernar».
Según Valls, ese «acuerdo de mínimos» sería muy complejo y dependería de lo que esté dispuesto a ceder el líder espiritual del LFI, Jean-Luc Mélenchon, una figura controvertida incluso en la propia izquierda.
«No se puede pactar con él, por primera vez en 150 años ha puesto la figura del judío en la campaña electoral. Tienen (el LFI) muchos candidatos que tienen un discurso antisemita, de odio a los judíos y a Israel. Tienen un programa económico que no es viable», recalca.
«Pueden resistir, pero no como una fuerza que podría gobernar«, explica.
Porque Valls no ve mucho recorrido al nuevo Frente Popular. «Dicen: ‘no tenemos ideas, nada en común, pero como llega el fascismo, entre comillas, nos tenemos que unir. Eso no es creíble».
No en vano acaba de firmar un manifiesto, junto al también exprimer ministro socialista Bernard Cazeneuve, en el que pide no dar un voto al RN, pero tampoco al LFI, desde la primera vuelta de este domingo.
Editado por Lucía Leal